Love Song: el amor traducido en una canción
Por Alejandro Mensi
1.

—¿Te llamas
Claudia Maradona?
—Sí, y lo
primero que siempre tengo que aclarar antes de empezar a hablar con
quienes no me conocen, es que no soy nada del Diego, no soy la esposa o sea “La
Claudia”, ya que ella es Villafañe, yo soy la verdadera— dice Claudia, entre
risas—. Podría contarte un montón de anécdotas acerca de mi nombre pero la
experiencia de mi vida es haber lidiado con un cáncer de mamas. Tal vez pueda
aportar algo a quienes tengan que pasar por la misma situación.
Claudia mira el
celular.
—Intento
recordar el nombre de la doctora del instituto de diagnóstico que me sugirió
que hable con María Eugenia Conocchiari, mi ginecóloga de siempre. Acá está,
fue Evelina Linari Micheletti la que me dijo que no me asuste. Fue una buena
charla, porque no sabía si esos nódulos que aparecían en las imágenes eran
malignos o no. Me recomendó no dejar de consultar, por precaución. Fue muy
humana.
Claudia se
levanta, busca pañuelos dentro de un aparador del living que tiene un florero
transparente con jazmines y un reloj, que debe ser de los sesenta o setenta de
Casa Escasany.
—Funciona, vino
con el departamento— se ríe— solo que no le doy cuerda porque sino a cada hora,
de día y de noche, suena el péndulo.
Cambia el
celular de mano.
—Esta charla
con la especialista en diagnóstico por imágenes fue el 21 de noviembre del
2014.
Ese día, el
hijo menor de Claudia salía de león en el acto de fin de año del instituto de
inglés. Ella quería que todos disfrutaran del acto, por lo que decidió no
contar el resultado de las imágenes.
—No quería
angustiar a los demás sin saber que pasaba en realidad. Además, también quería
disfrutar yo. El domingo siguiente actuaba después de muchos años sin subir a
un escenario. Había retomado actuación con un grupo vocacional de la ciudad.
—¿Hoy volverías
a no contar nada?
—No, hoy
buscaría el momento exacto para contarlo. Ante la incertidumbre de un
diagnóstico buscar apoyo es fundamental, comenzando con ayuda médica y
psicológica, porque uno en estos casos por lo general no puede sólo y cuando
uno no puede solo, debe buscar ayuda.
Días después
consultó a la ginecóloga, le hicieron estudios y en enero, le realizaron la
biopsia y la extracción de los nódulos. El 6 de febrero, día de su cumpleaños
se confirmó el diagnóstico. Esa noche lo festejó como todos los años. “Porque
no sabía si iba a haber otro cumpleaños”, aclara y fue recién al día siguiente
cuando les dijo a los suyos que iba a luchar y a hacer todo lo que haya que
hacer para recuperar la salud y estar con ellos. Unos años antes, Teresa, la
vecina, le dijo: “Estoy contenta hija, porque el médico me felicitó. La Tere
alta, la Tere siempre alta. En algún momento, se me vinieron sus palabras y me
dije: voy a estar alta como La Tere. Hoy La Tere está viva como yo”, cuenta
entre lágrimas.
—Las cicatrices
me dicen todos los días que le gané al cáncer y que cambié la forma de mirar la
vida. Comencé a trabajar con la Psicóloga Analia Minuto, que fue una compañía
constante tanto durante el tratamiento, como en la actualidad. Fue un proceso
físico y mental.
Claudia mira el
techo.
—Hay un antes y
un después del cáncer. Hoy tomo la vida sin tanta autoexigencia, aprendí a
escuchar los mensajes del cuerpo, antes seguía y seguía. También aprendí a
hacerme respetar, a hablar, a decir lo que tengo que decir. También a reconocer
que primero debo estar bien yo, sin sentirme egoísta, para poder estar bien con
los demás. Es un proceso largo y doloroso sanar lo que produjo en mi interior
la enfermedad. Es muy importante la gente que te rodea. Es importante que los
médicos entiendan que uno es una persona y cuando hay médicos que no te
contestan, o lo hacen fría o displicentemente, hay que cambiar de profesional.
Me pasó con un oncólogo que era cero sensibilidad, pero después consulté con la
oncóloga Mariana Queralt, que me habló como mujer ante la mastectomía y las
diferentes terapias por la cual el paciente debe pasar. En ese momento
trabajaba en el Call Center de un banco, mis compañeras me llamaban o mandaban
mensajes todo el tiempo. El “te esperamos” era una inyección de vida. Voy a
volver, les decía. Y volví. Patricia Rojas, Marisa Salazar, Sandra Miguel, la
supervisora Rocío Rodríguez, Alicia Fregapane, están entre las principales
personas que me apuntalaron, cada vez que regresaba al trabajo, estaba esa
gente valiosa, que creo que nunca llegarán a comprender lo importante que
fueron para mí. En el banco se solidarizaron y no tuve ningún tipo de presión,
sino que comprendieron por lo que estaba pasando y, es más, contaban sus
historias.
Quimioterapia
es una palabra fuerte. Claudia le tuvo miedo, pero la enfrentó. Y, cuando
se dio cuenta de que no la invalidaba, dos días después volvió a trabajar. El
trabajo la ayudó a seguir, a no sentirse en una cajita de cristal.
—Esto de ir a
trabajar y de seguir con vida social, te debe haber puesto en un lugar de
referente
—No lo siento
así, pero es verdad que me han dicho que soy un ejemplo. Una vez una persona me
dijo que le hubiera gustado ver a la mamá luchar como yo. A otra compañera a
quien pude reconocer que no estaba como siempre, le dije que no cometa mi error
de seguir sin pedir ayuda. En síntesis, aprendí a ver al otro - cuenta. Hace
silencio, toma un mate.
—¿Hubo algún
amuleto, hábito, ritual, por llamarlo así, del cual te agarraste en esos
momentos, donde por más ayuda, apoyo y aliento de tus seres queridos
necesitaste estar con vos misma?
—Sí, claro -
afirma. Hay brillo en su mirada - Ir a ver teatro. El teatro fue, bueno y
es importante para inyectar vida, por decirlo de alguna forma. Cuando salía del
teatro me sentía viva, feliz, disfrutando.
—¿Antes no
disfrutabas?
—Me sentía como
que todo eran obligaciones y responsabilidades, no me daba lugar al
disfrute, a parar.
—¿Qué obra
viste que te dio vida?
—El crédito,
con este rubio —dice y hace un gesto con los dedos - Marrale, Jorge
Marrale.
Se levanta y
saca de un armario una carpeta donde guarda los tickets de las obras que vio.
Una verdadera bitácora teatral.
—Este es de La
casa de Bernarda Alba, este es de Escenas de la vida conyugal con Darín. En El
crédito, me gustó el juego de roles. Cómo el gerente de un banco pasa a ser
asediado por el que pide el crédito, ese ida y vuelta es muy fuerte. Y como yo
en ese momento era bancaria, tal vez por eso lo sentí así. Y comencé a ver
obras de actores que veía en la tele. Y me encontré con una imagen más humana
al ver sus manos, arrugas, miradas y comencé a vibrar más, a sentir que somos
personas. Ví vida en ellos y en mí.
Me ofrece un
mate.
—Tiene algunas
hierbas cordobesas—aclara y se ríe - está helado.
Saca un
catálogo.
—Posmastectomía
y antes de la reconstrucción mamaria, fui a ver esta muestra fotográfica que se
llama Viví, de Néstor Díaz. El autor muestra fotos de mujeres que tuvieron
cáncer de mamas, cada fotografía se acompaña con textos escritos por ellas, con
sus sensaciones. Lloré un montón. Todas las fotos me identificaban y me di
cuenta de lo que me dijo la cirujana Sandra Filiciani cuando me la recomendó:
“andá a ver la muestra, porque vas a ver que no estás sola”. Tomé fuerza
de ellas y de sus testimonios porque ellas están ahí y yo hoy estoy acá -
llora.
—Sentí que la
mastectomía era una mutilación. Es tremenda, no me aceptaba mutilada. Sentía
que me faltaba esa parte femenina. La doctora Sandra me devolvió la feminidad.
—Vuelvo al
comienzo, ¿cómo o cuándo te diste cuenta, que algo no andaba bien en tu salud?
¿O llegaste al diagnóstico por rutina o por casualidad?
—Un año antes
estaba preparada para ir a trabajar, me miré al espejo y me dije esta no
soy yo. Retomé las clases de actuación que años atrás había dejado y comencé
pilates para ver si podía volver a reconocerme. En noviembre de ese año me
descubren los nódulos, con células de alta velocidad de replicación, a un año
exacto del último control de rutina. Lo que quiero decir es que, si no hubiera
hecho caso a la mamografía anual, no sé de qué estaríamos hablando hoy. Es
fundamental para el paciente oncológico rodearse de profesionales que contesten
todas las preguntas, que expliquen y contengan y que el entorno, la familia y
los amigos ayuden en positivo y aunque sea doloroso, hay que alejarse de la
gente negativa que tira para abajo, porque uno necesita toda la energía para
salir adelante. Cuando uno flaquea, el entorno debe ayudarte a seguir arriba,
alta, adelante. Aprender a escuchar al cuerpo, a relajarse, a sentarse, a
hablar de lo que a uno le pasa, a identificar las agresiones, a decir no cuando
es no. Ese día miré a mis hijos de trece y siete años, sentí y me dije desde el
principio, ahora no me puedo ir y no me voy a ir. Y me dije a mi misma, voy a
luchar como nunca luché por nada. Porque no estaba dispuesta a dejarlos, con lo
cual seguí el tratamiento como un reloj. La oncóloga me felicitó cuando tuve el
alta, por cómo había evolucionado y por cómo me dispuse a salir adelante.
Claudia se
levanta y vuelve a poner play al cd Love Songs de Tina Turner.
*Crónica
producida en el taller de periodismo narrativo dictado por Juan Mascardi y
Angel Amaya en el museo del diario
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